Historia de Roma Libro III by Theodor Mommsen

Historia de Roma Libro III by Theodor Mommsen

autor:Theodor Mommsen
La lengua: spa
Format: epub
editor: Turner
publicado: 2003-11-15T00:00:00+00:00


MUERTE DE ESCIPIÓN

Por este mismo tiempo y hasta en el mismo año, según parece, murió también Publio Escipión, a quien los romanos acostumbraban llamar el vencedor de Aníbal. Le correspondiera o no, la fortuna lo colmó de los buenos éxitos que negaba a su adversario; dio a la República el dominio sobre España, África y Asia. Al nacer halló a Roma la primera ciudad de Italia, y al morir la dejó siendo la soberana de todo el mundo civilizado. Tuvo tantos sobrenombres por sus victorias, que no sabiendo qué hacer con ellos los dio a su hermano y a su primo (Africanus, Asia-genus, Hispallus). Y, sin embargo, también él pasó sus últimos años en el martirio y en la tristeza, y terminó sus días en el destierro voluntario. Pasaba ya los cincuenta años y prohibió a sus parientes que llevasen su cuerpo a aquella patria por la que había vivido y en la que reposaban sus antepasados. No se sabe por qué se retiró de Roma; no eran sin duda más que una pura calumnia las acusaciones de corrupción y de malversación de caudales dirigidas más bien contra su hermano. Con todo, no bastan para explicar su rencor. Se mostró verdaderamente el Escipión que conocemos cuando, en vez de justificarse con sus libros de cuentas, los rompió en presencia del pueblo y de su acusador, e invitó a los romanos a subir con él al templo de Júpiter para celebrar allí el aniversario de la victoria de Zama. El pueblo dejó solo al denunciante, y siguió al Africano al Capitolio: este fue su último día feliz. De genio altanero, creyéndose formado de un barro diferente y mejor que el del común de los mortales, completamente entregado al sistema de las influencias de familia y arrastrando en pos de sí por el camino de su grandeza a su hermano Lucio, triste testaferro de un héroe, se había ganado muchos enemigos, y no sin motivo. La dignidad es el escudo del corazón. El excesivo orgullo lo descubre y expone a todos los dardos lanzados por grandes y pequeños; y llega un día en que esta pasión ahoga el sentimiento natural de la verdadera dignidad. Y, además, ¿no es siempre propio de esas naturalezas, mezcla extraña de oro puro y de brillante oropel, como era la de Escipión, necesitar el brillo de la felicidad y la juventud para encantar a los hombres? Cuando desaparece una u otra, llega la hora de despertar; hora triste y dolorosa, principalmente para el que luego de haber producido gran entusiasmo se ve ahora desdeñado.



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